domingo, 18 de octubre de 2015

¿Talles especiales?

               -Hola, estoy buscando un jean.
               -Dale, ¿qué talle? ¿para vos?
               -Sí, un 44 o 46.
               -Mmm, no sé si tenemos 46. 44 a lo mejor sí. Sino fíjate al lado, en la casa de talles               especiales.
               -Pero si el mes pasado tenías… ¡me compré uno aquí mismo!
               -Pasa que los talles varían según la marca.

¿Talles grandes? La mirada de la vendedora, algo despectiva y mezclada con una especie de pena se repite cada vez. La escena ya es cotidiana, conocida, aburrida, triste. Cada vez que voy a un local a comprar ropa, es lo mismo: me ofrecen un talle 3 números menor del mío porque “las marcas descontinúan los modelos”, muy a mi pesar paso al probador y el pedazo de tela no sube más allá de las rodillas. “Lo sabía, le dije que no me iba a entrar”, pienso, desolada. Le pido por un talle más, pero no trabajan más que el 44 que parece un 36, y ahí aparece nuevamente ese odioso nudo en la garganta. Me miro en el espejo canalizando muy mal la bronca, odiándome a mí misma cuando yo no soy el problema, y pensando en ir a otro local, porque ¿cómo puede ser que por tener cierto tipo de cuerpo no puedo ponerme ropa a la moda?

No es un problema exclusivamente mío, ni de las chicas de mi edad, ni de la vendedora de la tienda, y tampoco es algo nuevo. Todos los días, en distintas tiendas de ropa, y desde que tengo memoria, mujeres de todos los tamaños y gustos luchan (y sufren) por encontrar un pantalón que les calce justo, un short que les quede cómodo y no se sientan un matambre arrollado intentando entrar en un sorbete. Porque todas tenemos diferente forma y estilo de cuerpo, y no pasa por cuánto pesan (sí, a veces parece que si no pesás menos de 63 kg no podés comprar ropa de moda). Pero no, no es así. Ese no es el foco del conflicto.

El inconveniente está en que la corrupción (sí, corrupción) que radica en las fábricas de prendas de vestir cambia constantemente el tallaje de sus productos, y cada una de ellas tiene su propio sistema de talles, reduciendo el tamaño de la prenda y poniéndole una etiqueta que no le corresponde. Que si en un local sos 40 probablemente en otro seas 44, haciéndote pensar que en caminar 3 cuadras, o engordaste 5 kilos, o algo raro está pasando con la definición de proporciones de tela por número.

Y nos violentamos, insultamos, nos enojamos con las vendedoras y nos acordamos hasta de su tatarabuela. Sin embargo, lo que nos están haciendo también es intrínsecamente violento: los diseñadores de moda con, sus marcas de ropa y su “sistema de talles ahorrador de tela” abusa de nosotras, nos pone en una escala diferente y desplaza del sistema fashionista, discriminando no sólo a las tallas “grandes”, sino también a esa zona gris entre “las flacas” y las “grandes”: las que a veces sí encontramos y a veces no, que en un local somos un número y al lado tres más.

Esto me hace preguntarme ¿qué es una talla grande? Hay casas de “talles especiales”, pero ¿qué tienen de especial? Son talles y punto, fin de la discusión. Lo único que hace esa categorización es diferenciar un estilo de cuerpo, poniéndolo en una categoría diferente, desplazada, rara, anormal, que necesita una tienda distinta. Con ese criterio los locales deberían existir también los “Locales de talles pequeños” y listo, todos contentos. Pero ojo, los locales de “talles grandes” no tienen el mismo estilo y moda que en los demás. Se vende cierto tipo de prendas, para cierto gusto (lo cual me parece igualmente discriminatorio).

No. Las mujeres no necesitamos distintos locales para comprar nuestra ropa: necesitamos, requerimos, pedimos que todos y cada uno de los locales de ropa, desde los más simples hasta las grandes marcas, trabajen con todos los talles, para todas las mujeres. Porque todas tenemos derecho de vestirnos como y donde queramos, usando ropa que esté o no a la moda pero que nos entre; que no necesitemos pasar por 30 tiendas hasta dar con un jean que en realidad no nos gusta, pero “era el que había”; que no detestemos comprar ropa porque cada vez que salimos del vestidor tenemos la cara roja por aguantar las lágrimas, pensando que la hamburguesa del sábado fue un grave error.

Espero que la ley de talles sí ponga finalmente en vigencia, respete lo que propone, se haga cumplir y permita la inclusión de talles tan necesaria en la búsqueda de prendas. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Asunto Terminado [viviendo el rock]

Quien no conozca la música de Asunto Terminado quizás se pregunte qué clase de música compondrán. Y lo cierto es que su llamativa mezcla de estilos de rock dan origen a un original estilo, existente pero único, de rock fusión. Y con esta temática se llega al bar que les da escenario por casi una hora, para llenar de acordes y solos de armónica el local.

AT es una banda cordobesa conformada por Pato (voz y bajo) y Maxi Chucaladakis (batería y 2da voz), Juan Tamiozzo (1ra guitarra) y Exequiel Lorenzo (2da guitarra y armónica). Se conocieron en 2013 a través de una academia de baile y a finales de ese año conformaron la banda de rock fusión Asunto Terminado. Se definen como una banda que intenta combinar distintos tipos de géneros, como así también distintos tipos de sonidos, utilizando como hilo conductor los gustos y personalidades de cada uno de los integrantes. Y de esto uno se da cuenta a medida que escucha y presta atención a los sonidos que se escapan de las habilidosas manos al tocar los instrumentos.

A principios de 2014 comenzaron haciendo covers de rock nacional, pasando por Andrés Calamaro, Lisandro Aristimuño, hasta Ciro y los Persas y No te va gustar. Sin embargo, a su vez, empezaron a darle forma a sus propias creaciones. Escribiendo y componiendo entre todos, nacieron temas como “Tu felicidad”, “Entre la lluvia y yo” y “Ese río”.

“Como grupo, intentamos transmitir las emociones que vivimos en el día a día. Los hechos cotidianos son la base de nuestras letras, lo que nos permite hacer la poesía que nos conecte emocionalmente con la sociedad”, me cuenta Juanma mientras tomamos mate y escuchamos un disco de Aristimuño.

“Tenés que hacer la diferencia de pendejo, competencia contra otros por un puesto, tenés que ser mejor cada día, buscar ganar, vencer, triunfar en esta vida” reza en su estribillo “Tu felicidad”, uno de los primeros temas compuestos por el cuarteto. La pieza musical nos habla del encasillamiento social, la rotulación de los vínculos, los deseos, los destinos, nos invita a hacer lo que nos dicte el corazón, lo que nos dé, simplemente, nuestra felicidad. Las letras creadas por la banda van un poco más allá de lo evidente. Nos invitan a mover los pies atentos al ritmo de un reclamo, un aviso, un recuerdo, hasta pudiendo aplicarlas a la historia personal de los que disfrutamos el show, dándoles diferentes significados.

Actualmente están produciendo su primer álbum de estudio, “Dos Puntos”. Álbum lleno de planes, proyectos y sueños cumplidos (y por cumplir) que, como me cuenta Juanma, “Los dos puntos simbolizan el comienzo de una historia. Cada primer frase de toda historia tiene dos puntos por delante, y este álbum simboliza el comienzo del largo trayecto que tiene todavía por delante Asunto terminado”.

Si bien no es muy fácil escalar en la movida musical cordobesa, Asunto Terminado se presenta actualmente en distintos círculos que les dan la posibilidad de mostrarse en vivo. Su última aparición fue el viernes 11 de septiembre en Tresco Macuatro Bar, ubicado en Fructuoso Rivera 245. Pero también dejaron su huella rockera, por ejemplo, en Urban Club (Alta Cba) y Barrancas (Bv. Las Heras).

El espectáculo termina y los chicos comienzan a guardar los instrumentos, contentos, satisfechos y prometiendo volver con todo y más. Ellos no bajan los brazos, siguen soñando y haciendo realidad, de a poquito, todos sus anhelos.

¡ESCUCHALOS!




El monóculo mirilla

Era una calurosa tarde de septiembre. Más específicamente, martes 8 de septiembre. Salgo de la facultad y me dirijo caminando tranquila hacia la feria del libro. Nunca me acuerdo cuál es la carpa en la que comienza el recorrido, por lo que simplemente me dirijo a la entrada más cercana a mí: Carpa Buenos Aires, esquina 27 de Abril.

Comienzo mi recorrido con la consigna grabada en la cabeza y me paro en el segundo stand a observar. Pronto veo un grupo de chicos que no deben tener más de 12 años. Están recorriendo la feria con su maestra y algunas madres a la cabeza, en una desordenada fila.

Me da gracia escuchar sus conversaciones animadas, jóvenes y despreocupadas; algunos de ellos revolotean alrededor de la profesora-guía mientras otros chusmean entre las estanterías del stand de literatura infantil y juvenil “Todos los Libros”. Entonces comencé a buscar libros nuevos en sus manos, pensando que seguramente ninguno habría comprado uno. Pero cuando doy un nuevo vistazo siento a la vez orgullo y alegría, al darme cuenta que varios de los chicos llevaban bolsas con libros, algunos hasta llevaban dos o tres.

Y con un regocijo renovado veo cómo los alumnos siguen su camino en fila india, y yo, el mío. No avanzo más de dos puestos cuando de pronto lo veo. Mediana edad, ropas gastadas, una campera demasiado grande para el calor que embotaba el aire de las carpas, una mochila verde militar de manijas rotas. El hombre está inspeccionando muy atentamente un libro en la esquina del stand 314-315, Nueva Era Libros. No sólo me llama la atención su aspecto, sino también el instrumento que sostiene en la mano. ¿Qué es eso que se lleva al ojo cada vez que hojea el libro? Sería imprudente acercarme demasiado, por lo que me quedo mirando sin mirar los libros dispuestos del lado del pasillo.

Ahora sí, lo distingo. El hombre utiliza un monóculo para, supongo, leer mejor. Pero no, no es un monóculo común… se parece más a una mirilla de puerta. “Qué herramienta más rara”, pienso. De pronto me da curiosidad saber qué escrito será el que despierta tanto interés en el anónimo lector, pero no llego a ver el título de la obra. Noto que el vendedor del puesto me mira algo extrañado por mi presencia, y le devuelvo la mirada y una sonrisa. Miro para el costado el cartel del stand vecino, pero en ese instante de distracción lo perdí. Cuando quise volver a mi estudiado transeúnte, él ya se había ido.

Y así, con una extraña sensación, seguí recorriendo la feria a ver si encontraba algo más que captara mi interés, pero nada pudo darme más intriga que el sencillo hombre del monóculo-mirilla. 

sábado, 5 de septiembre de 2015

Proyectando el cuidado ambiental ☼✿

"Proyecto Vigías" en la Reserva Natural San Martín

Esta es una nota realizada para el trabajo de investigación periodística de las cátedras Teoría y Práctica Periodística y Periodismo Audiovisual (Profesores M. Barrios y M. Farré).
Gracias a todos los que nos ayudaron en la Reserva a hacer este video posible!

sábado, 15 de agosto de 2015

Espérame

Sí, estaba vieja. Y sabía que no tenía mucho tiempo más en este mundo. Sin embargo ahí estaba, fiel como siempre, aferrada al incesante palpitar del vacío. Le costaba seguir su andar. ¿Valía la pena?

Ella decidió escribirle la última carta a su amor. Probablemente no la leería jamás. Claro, cómo iba a poder si él ya no estaba… se había ido, por supuesto que se había ido. Sin embargo la observaba, sabía que la observaba desde la repisa, impregnando de perfume y juventud su eterna impronta en sepia.

De repente la llamó. Suave, como un susurro… casi un suspiro. ¿Cómo era eso posible? La llamó desde la fotografía. Y ella intuía con certeza que por fin ese día llegaría.

Dejó el tubo azul vacío sobre el papel que seguía sobre el escritorio, esperando, con la única frase que se leía, de letras tan pálidas como las manos de su autora.


“Ya voy mi amor”.

lunes, 10 de agosto de 2015

Un verso en el aire

Hace algunos días me sucedió algo quizás un poco fuera de lo usual. Ahí estaba yo, esperando a las dos de la tarde el colectivo en plena Plaza San Martín luego de compartir un buen almuerzo con mis compañeros de la facultad. Distraída, pensando en lo contenta que estaba por lo bien que había salido la puesta en escena del gran proyecto noticioso de fin de cuatrimestre, que había sido emitido esa mañana.

De lejos veo que se viene acercando un señor. No muy alto, de mediana edad y con la espalda ligeramente encorvada. Noté que me miraba. Y yo, claro, desconfiada y nerviosa, miré para otro lado. Veo que se acerca a mí y puedo ver una ligera sonrisa bondadosa en su rostro. Sin ningún tipo de mediación me recita un verso romántico. No recuerdo exactamente las palabras que usó, sin embargo, recuerdo que eran sencillamente bellas. Ni melosas, ni extravagantes, ni obscenas. Simplemente, un corto verso que expresaba belleza o adulación a quien lo escuchase.

Yo no sabía para dónde mirar. Al principio, supongo, me sonrojé, porque sentí cómo la cara se me calentaba velozmente. Luego desconfié. Y al final, sólo me limité a disfrutar. Me di cuenta que este hombre no tenía la más mínima mala intención, más que recitar un verso a quien estuviera dispuesto a escuchar. Cuando terminó, le di las gracias con una gran sonrisa y atiné a darle alguna limosna por su dedicatoria, pero se fue tan rápido como llegó.
Quedé ahí, con una sonrisa y una extraña sensación y en medio de la fila de personas que esperaban a que llegase el colectivo. Me di cuenta que la señora al lado mío me miraba con cara muy extraña.

De la nada, el señor volvió a aparecer con un papel en la mano. Me lo tendió y dijo “Este es un poema para vos. Gracias por dejarme dedicártelo. Espero que tengas un hermoso día.” Y señalando el final de la hoja, agregó: “Este es mi nombre. Yo soy el autor”. Con una sonrisa le agradecí nuevamente y volvió a desaparecer entre la multitud de personas.

Observé de nuevo a la señora que estaba al lado mío, que seguía mirándome de reojo. Quise decirle “No señora, no estoy loca. Este hombre no parecía tener malas intenciones, y hasta ahora todavía siento las manos y puedo hablar, así que el papelito no está impregnado con ninguna droga sedante. Creo que sólo me vio y quiso recitarme un verso.”
A veces me parece sorprendente que el estilo de vida que llevamos, la de una enorme urbe de hormigas obreras corriendo en un vertiginoso círculo de trabajo angustiante y asfixiante, no nos deja disfrutar de las cosas más pequeñas y simples. ¿Cuándo dejamos de prestar atención a los pequeños gestos? ¿En qué momento todo desconocido se volvió un posible ser del mal? ¿Hasta qué punto nos llevan los prejuicios? ¿Acaso no puede este hombre ser sólo un recitador que busca alegrarle el día a alguien?


Quizás sea cierto que en este mundo dominado por la violencia y las noticias nefastas se haya vuelto costumbre la desconfianza y el temor. Pero son estas pequeñas situaciones las que me devuelven un poquito de esperanza en la humanidad y me dejan creer que, a veces, es posible permitirnos creer que un simple verso de amor no es un precursor de un acto trágico.