-Hola, estoy buscando un jean.
-Dale, ¿qué talle? ¿para vos?
-Sí, un 44 o 46.
-Mmm, no sé si tenemos 46. 44 a lo
mejor sí. Sino fíjate al lado, en la casa de talles especiales.
-Pero si el mes pasado tenías… ¡me
compré uno aquí mismo!
-Pasa que los talles varían según la
marca.
¿Talles
grandes? La mirada de la vendedora, algo despectiva y mezclada con una especie
de pena se repite cada vez. La escena ya es cotidiana, conocida, aburrida,
triste. Cada vez que voy a un local a comprar ropa, es lo mismo: me ofrecen un
talle 3 números menor del mío porque “las marcas descontinúan los modelos”, muy
a mi pesar paso al probador y el pedazo de tela no sube más allá de las
rodillas. “Lo sabía, le dije que no me iba a entrar”, pienso, desolada. Le pido
por un talle más, pero no trabajan más que el 44 que parece un 36, y ahí
aparece nuevamente ese odioso nudo en la garganta. Me miro en el espejo
canalizando muy mal la bronca, odiándome a mí misma cuando yo no soy el
problema, y pensando en ir a otro local, porque ¿cómo puede ser que por tener
cierto tipo de cuerpo no puedo ponerme ropa a la moda?
No
es un problema exclusivamente mío, ni de las chicas de mi edad, ni de la
vendedora de la tienda, y tampoco es algo nuevo. Todos los días, en distintas
tiendas de ropa, y desde que tengo memoria, mujeres de todos los tamaños y gustos
luchan (y sufren) por encontrar un pantalón que les calce justo, un short que
les quede cómodo y no se sientan un matambre arrollado intentando entrar en un
sorbete. Porque todas tenemos diferente forma y estilo de cuerpo, y no pasa por
cuánto pesan (sí, a veces parece que si no pesás menos de 63 kg no podés
comprar ropa de moda). Pero no, no es así. Ese no es el foco del conflicto.
El
inconveniente está en que la corrupción (sí, corrupción) que radica en las
fábricas de prendas de vestir cambia constantemente el tallaje de sus
productos, y cada una de ellas tiene su propio sistema de talles, reduciendo el
tamaño de la prenda y poniéndole una etiqueta que no le corresponde. Que si en
un local sos 40 probablemente en otro seas 44, haciéndote pensar que en caminar
3 cuadras, o engordaste 5 kilos, o algo raro está pasando con la definición de
proporciones de tela por número.
Y
nos violentamos, insultamos, nos enojamos con las vendedoras y nos acordamos
hasta de su tatarabuela. Sin embargo, lo que nos están haciendo también es intrínsecamente
violento: los diseñadores de moda con, sus marcas de ropa y su “sistema de
talles ahorrador de tela” abusa de nosotras, nos pone en una escala diferente y
desplaza del sistema fashionista, discriminando no sólo a las tallas “grandes”,
sino también a esa zona gris entre “las flacas” y las “grandes”: las que a
veces sí encontramos y a veces no, que en un local somos un número y al lado
tres más.
Esto
me hace preguntarme ¿qué es una talla grande? Hay casas de “talles especiales”,
pero ¿qué tienen de especial? Son talles y punto, fin de la discusión. Lo único
que hace esa categorización es diferenciar un estilo de cuerpo, poniéndolo en
una categoría diferente, desplazada, rara, anormal, que necesita una tienda distinta.
Con ese criterio los locales deberían existir también los “Locales de talles
pequeños” y listo, todos contentos. Pero ojo, los locales de “talles grandes”
no tienen el mismo estilo y moda que en los demás. Se vende cierto tipo de
prendas, para cierto gusto (lo cual me parece igualmente discriminatorio).
No.
Las mujeres no necesitamos distintos locales para comprar nuestra ropa: necesitamos,
requerimos, pedimos que todos y cada uno de los locales de ropa, desde los más
simples hasta las grandes marcas, trabajen con todos los talles, para todas las
mujeres. Porque todas tenemos derecho de vestirnos como y donde queramos,
usando ropa que esté o no a la moda pero que nos entre; que no necesitemos
pasar por 30 tiendas hasta dar con un jean que en realidad no nos gusta, pero “era
el que había”; que no detestemos comprar ropa porque cada vez que salimos del
vestidor tenemos la cara roja por aguantar las lágrimas, pensando que la hamburguesa
del sábado fue un grave error.
Espero
que la ley de talles sí ponga finalmente en vigencia, respete lo
que propone, se haga cumplir y permita la inclusión de talles tan necesaria en la búsqueda de prendas.